Anam Cara                    El Libro de la Sabiduría Celta

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Capítulo 3
Tu soledad es luminosa

Nacer es ser elegido

Nacer es ser elegido. Nadie está aquí por casualidad. Cada uno fue enviado a cumplir un destino particular. A veces el significado profundo de un suceso sale a la luz cuando se lo interpreta de manera espiritual. Considérese el momento de la concepción: las posibilidades son infinitas. Pero en la mayoría de los casos se concibe un solo niño. Esto parece sugerir la intervención de cierta selectividad. Ésta sugiere a su vez la presencia de una providencia protectora que te soñó, te creó y se ocupa de tí. Nadie te consultó acerca de los grandes problemas que forjan tu destino: cuándo habrías de nacer, dónde y de qué padres. Imagina la diferencia en tu vida si hubieras nacido en la casa vecina. No se te ofreció un destino para elegir. Dicho de otra manera. Se dispuso un destino especial para ti. Pero también se te dio libertad y creatividad para trascender los dones, crear un conjunto de nuevas relaciones y forjar una identidad constantemente renovada, que incluye la vieja pero no se limita a ella. Éste es el ritmo secreto del crecimiento, que obra discretamente detrás de la fachada exterior de tu vida. El destino crea el marco exterior de la experiencia y la vida; la libertad encuentra y llena su forma interior.
Millones de años antes de que llegaras, se preparó cuidadosamente el sueño de tu individualidad. Se te envió a una forma de destino que te permitiría expresar el don singular que traes al mundo. Cada persona tiene un destino singular. Cada uno debe hacer algo que nadie más puede. Si otro pudiera cumplir tu destino, sería él quien ocuparía tu lugar y tú no estarías aquí. Es en lo más profundo de tu vida donde descubrirás la necesidad invisible que te trajo aquí. Cuando empiezas a desentrañarlo, tu don y la capacidad de emplearlo cobran vida. Tu corazón se acelera y la urgencia de vivir reaviva la llama de tu creatividad. Si puedes despertar este sentido del destino, entras en consonancia con el ritmo de tu vida. Pierdes esa consonancia cuando reniegas de tu potencial y tu talento, cuando te refugias en la mediocridad para desoír la llamada. Cuando eso sucede, tu vida se vuelve aburrida, rutinaria, o cae en el automatismo anónimo. El ritmo es la clave secreta del equilibrio y la comunión. No caerá en la falsa satisfacción ni en la pasividad. Es el ritmo de un equilibrio dinámico, de una buena disposición del espíritu, una ecuanimidad que no está concentrada en sí misma. Este sentido del ritmo es antiguo. La vida nació en el océano; cada uno viene de las aguas del útero; el flujo y reflujo de las mareas vive en nuestra respiración. Cuando estás en consonancia con el ritmo de tu naturaleza, nada perjudicial puede alcanzarte. La Providencia está en comunión contigo; te protege y te transporta a tus nuevos horizontes. Ser espiritual es estar en consonancia con el propio ritmo.


El mundo subterráneo celta como resonancia

A menudo pienso que el mundo interior es como un paisaje. Aquí, en nuestro mundo de piedra caliza, nunca se acaban las sorpresas. Es hermoso hallarse en la cima de una montaña y descubrir un manantial que sale de debajo de las grandes piedras. Viene del corazón de la montaña, allí donde jamás penetró ojo humano. La sorpresa del manantial sugiere fuentes arcaicas de conciencia que despiertan en nuestro interior. Con súbita frescura nacen nuevos manantiales.
No es casual que en el mundo celta los manantiales fueran sagrados. Se veían como umbrales entre el mundo subterráneo oscuro e ignoto y el mundo exterior de la luz y la forma.
En tiempos antiguos se concebía la tierra de Irlanda como el cuerpo de una diosa. Se veneraba los manantiales como lugares por donde manaba la divinidad. Como dijo Manannan MacLir: "Quien no beba de la fuente no tendrá sabiduría". Aún hoy la gente visita los manantiales sagrados. Visitan varios, caminando en el sentido de las agujas del reloj, y con frecuencia dejan exvotos. En cada uno encuentran distintas clases de curación.
Cuando brota un manantial en la mente, surgen nuevas posibilidades; uno encuentra en sí mismo una profundidad y una vitalidad desconocidas. El irlandés James Stephens se refiere a este arte del despertar cuando dice:
"La única barrera es nuestra disposición". Con frecuencia permanecemos exiliados, marginados del mundo fecundo del alma simplemente porque no estamos dispuestos. Debemos preparar el corazón y la mente. Son muchas las bendiciones y la belleza próximas que nos están destinadas, pero no pueden entrar en nuestra vida porque no estamos preparados para recibirlas. El tirador está en el lado interior de la puerta; sólo uno mismo puede abrirla. A veces nuestra falta de preparación se debe a la ceguera, el miedo, la deficiente autoestima. Cuando estemos preparados, seremos bendecidos. En ese momento la puerta del corazón será la puerta del Cielo. Shakespeare lo dijo en El rey Lear. "Los hombres han de sobrellevar/su partida como sucedió con su llegada;/lo único que importa es la madurez".

 

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