Anam Cara                    El Libro de la Sabiduría Celta

Principal / Indice

Anterior

Siguiente


Capítulo 4
El trabajo como poética del desarrollo

Debilidad y poder

Con frecuencia las personas que ejercen el poder no son tan fuertes como quieren aparentar. Muchas personas que anhelan desesperadamente el poder son débiles. Buscan posiciones de poder para compensar su propia fragilidad y vulnerabilidad. Una persona débil que ejerce el poder jamás será generosa porque ve en las preguntas o en las posibilidades alternativas amenazas a su supremacía y dominación. Si quieres enfrentarte creativamente a esa persona, debes hacerlo con mucho tacto y de manera indirecta. Es la única manera de llevar la palabra de la verdad al corazón de un poderoso que está asustado.
Como lugar de poder, el trabajo también puede ser un lugar de control. Éste es dañino porque reduce la propia independencia y autonomía. Frente a una figura autoritaria, uno regresa a la infancia. Debido a nuestra relación no transfigurada con nuestros padres, a veces transformamos las figuras autoritarias en gigantes. Entre poder y autoridad hay una diferencia crucial. Cuando adquieres conciencia de la integridad de tu poder interior, te conviertes en tu propia autoridad. Es decir, eres el autor de tus ideas y acciones. El mundo funciona por medio de estructuras de poder. Por consiguiente, es deseable que las personas de gran sensibilidad, imaginación y comprensión estén dispuestas a asumir las funciones del poder. Una persona carismática en una posición de poder puede constituirse en agente de cambios positivos de gran alcance.
Cuando te controlan, no te tratan como sujeto sino como objeto. Las personas que ejercen el poder suelen tener un instinto sobrenatural para utilizar el sistema en tu contra. Conozco a un hombre que se hizo millonario en el negocio de la ropa. Pagaba a sus obreras salarios muy bajos. Cada tanto advertía que se acumulaban las tensiones. Un día elevó el volumen de la radio a niveles insoportables. Las empleadas se quejaron. La agresividad empezó a acumularse y una delegación fue a pedirle que bajara el volumen. Se negó. Amenazaron con declararse en huelga. El hombre mantuvo el volumen elevado. Cuando estaban a punto de abandonar el trabajo, bajó el volumen. Con esta estrategia, les permitió creer que ellas tenían el poder. Volvieron al trabajo con la sensación de haber obtenido una victoria sobre el patrón, aunque éste había provocado el conflicto. Esto sucedió hace cuarenta años. En el lugar de trabajo moderno, donde existen los sindicatos y los derechos del trabajador, la patronal no recurre a maniobras tan groseras. Sin embargo, aún hoy se explota a la gente. Los patronos aplican estrategias más sutiles de control y alienación.
En el lugar de trabajo suele imperar una gran competitividad. A veces los patronos incitan a los trabajadores a competir entre ellos. Por consiguiente, uno está en pugna con sus colegas por la productividad. Ve en ellos una amenaza. Donde la productividad es Dios, el individuo queda reducido a una función. Sería hermoso si el lugar de trabajo fuera un lugar de inspiración donde se pudiera aplicar la propia creatividad al trabajo. Los dones particulares de cada uno serían bien recibidos y los aportes saltarían a la vista. Cada uno tiene un don particular. La vida es mejor cuando uno puede desarrollarlo y expresarlo en el trabajo. Así uno es libre para recibir inspiración de los demás.
Puesto que cada uno posee un don singular con respecto al trabajo, no es necesario que los trabajadores compitan entre sí. Con ello, el lugar de trabajo acoge las energías, los ritmos y los dones del alma. No hay motivos para que cada lugar de trabajo no empiece a desarrollar esa clase de creatividad.
El trabajo no debe beneficiar solamente a los patronos y los trabajadores, sino a éstos y la comunidad. Se deberían crear estructuras para que los trabajadores puedan participar de las ganancias. La entrada de la imaginación y el despertar del alma exigen que se conciba el trabajo como un aporte a la creatividad y el mejoramiento de la comunidad en general. Una firma o empresa que obtiene grandes ganancias debe asistir y mantener a los 'pobres y los marginados. Debe tomar como prioridad la creación de condiciones de trabajo óptimas. Además, debe admitir las preguntas honestas, por molestas que sean. Cuando el trabajo crea productos que ponen en peligro a las personas y la naturaleza, es necesario criticarlo y cambiarlo.
En el mundo del trabajo negativo, donde te controlan, donde se impone el poder y te reducen al papel de mero funcionario, todo se rige por la ética de la competencia. En el mundo del trabajo creativo, donde se emplean tus dones, no hay competencia. El alma transfigura la necesidad de aquélla. Por el contrario, en el mundo de la cantidad reina la competencia: si yo tengo menos, tú tienes más. En el mundo del alma, cuanto más tienes, más tienen todos. El ritmo del alma es la sorpresa del enriquecimiento sin límites.

La trampa del falso arraigo

Esta nueva concepción del lugar de trabajo ayudaría a satisfacer una de las necesidades cruciales de todo individuo: ser parte de algo. Todos queremos ser parte de algo. Queremos pertenecer a un grupo, una familia y en especial al lugar donde trabajamos. Esto liberaría una creatividad colosal en el lugar de trabajo. Imagina qué hermoso sería si pudieras mostrarte en el trabajo tal como eres, expresar tu naturaleza, dones e imaginación. No necesitarías aislar tu casa ni tu vida privada de tu mundo laboral. Ambos se compenetrarían de manera creativa y recíprocamente enriquecedora. En cambio, son excesivas las personas que pertenecen al sistema porque las obligan y las dirigen.
Las personas suelen ser muy irreflexivas en su forma de participar. Pertenecen de manera ingenua a los sistemas en que participan. El día que las despiden sin más ni más, o el sistema se derrumba, o un rival es ascendido, quedan deshechas, heridas y humilladas. En casi todas las empresas o lugares de trabajo hay individuos desilusionados. Llegaron con toda su energía e ingenuidad, pero los arrinconaron, los decepcionaron, los redujeron a la categoría de funcionarios. Exigieron y usaron sus energías, pero jamás interesaron sus almas.
La clave del asunto es que jamás debes entregarte plenamente a algo exterior a ti mismo. Es muy importante encontrar un equilibrio en tu entrega. Jamás te entregues totalmente a una causa o sistema. Mucha gente necesita pertenecer a un sistema exterior porque teme pertenecer a su propia vida. Si tu alma despierta, entonces te percatas de que ella es la patria de tu verdadera comunión. La comunión es pariente del anhelo, que a su vez es un instinto precioso del alma. Tu comunión debe ser acorde con tu dignidad. Debes pertenecer ante todo a tu propia interioridad. Si estás en comunión con ella, en consonancia con tu propio ritmo y conectado con tu fuente profunda, tus lazos exteriores son reducidos, relativos o inexistentes. Podrás erguirte sobre tu propio terreno, el de tu alma, donde no eres inquilino y estás en tu propia casa. Nadie puede alejarte, excluirte o desterrarte de tu interioridad. Ése es tu tesoro. Como dice el Nuevo Testamento: Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

 

Principal / Indice

Anterior

Siguiente

© 2004 C.E.C
Centro de Estudios Celtas
Barcelona - España

info@cec.es
Este material puede ser reproducido sin autorización escrita
de los editores sólo con fines educativos.