Anam Cara                    El Libro de la Sabiduría Celta

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Capítulo 5
Envejecer: la belleza de la cosecha interior 

Tiempo eterno

Esta historia también revela que el ritmo de vida es distinto en el tiempo eterno. Una noche, un hombre de nuestra aldea volvía a su casa por un camino donde no había casas. Mientras pedaleaba en la bicicleta, oyó una hermosa música que venía del interior de un muro próximo al mar. Saltó el muro y descubrió que en ese lugar desolado había una aldea. La gente parecía esperarlo y conocerlo; lo recibieron con júbilo. Le ofrecieron deliciosas bebidas y comidas. Su música era la más bella que había oído jamás. Pasó unas horas de gran felicidad. Entonces recordó que si no volvía a su casa, saldrían a buscarlo. Se despidió de los aldeanos.
Cuando llegó a su casa le dijeron que había estado ausente durante una quincena, aunque en el eterno mundo de las hadas le había parecido sólo media hora.
Diversos autores medievales cuentan una historia muy parecida sobre un monje al que podríamos llamar Fénix. Un día, mientras leía su libro de oraciones en el monasterio, un pájaro empezó a cantar. El monje se concentró en el canto hasta el punto de perder la conciencia de todo lo demás. Finalmente cesó el canto, el monje volvió al monasterio, pero descubrió que no reconocía a nadie. Ni sus compañeros a él. Recordaba a los monjes con los que había convivido hasta media hora antes: pero todos habían desaparecido. Los monjes consultaron sus anales, que, efectivamente, registraban la misteriosa desaparición de Fénix muchos años antes. En el nivel metafórico, la historia sostiene que el monje Fénix, por medio de su presencia real, había penetrado en el tiempo eterno, cuyo ritmo es distinto del tiempo humano normal y fragmentario.
Los cuentos de hadas celtas muestran una región del alma que habita el tiempo eterno. Hay en nuestro interior una región eterna, invulnerable a los estragos del tiempo normal. Shakespeare habla de los estragos del tiempo eterno en su soneto 60:
Como en la playa al pedregal las olas, nuestros minutos a su fin se apuran, cada uno desplaza al que ha pasado y avanzan todos en labor seguida.
o (Trad. de Manuel Mújica Laínez)

El alma como templo de la memoria

Las historias celtas sugieren que el tiempo como ritmo del alma tiene una dimensión eterna que reúne y vela por todo. Aquí, nada se pierde. Es un consuelo hermoso: los sucesos de tu vida no desaparecen. Nada se pierde ni se olvida. Todo está conservado dentro de tu alma en el templo de la memoria. Por eso, en la vejez puedes regresar feliz y asistir a los tiempos pasados; recorrer las salas de ese templo, visitar los días que disfrutaste, así como los tiempos difíciles en los que creaste y formaste tu yo. La verdad es que la vejez, la cosecha de la vida, es un tiempo para reunir tus tiempos y los fragmentos de éstos. Así accedes a la unidad de ti mismo, ganas unas fuerzas, seguridad y comunión que nunca tuviste cuando vivías distraído en la precipitación de tus días. La vejez es tiempo de regreso a tu naturaleza profunda, de entrada en el templo de la memoria donde tus días desvanecidos están reunidos en secreto y te aguardan jubilosos.
La idea de la memoria era muy importante en la espiritualidad celta. Hay bellas oraciones para distintos momentos: para el fogón, para encender el fuego y para mantenerlo encendido. De noche se cubrían las brasas con cenizas para protegerlas del aire. A la mañana siguiente, seguían encendidas. Hay una oración para los que encienden el fuego de la chimenea que evoca a santa Brígida, diosa pagana celta y a la vez santa cristiana. Brígida reúne los dos mundos fácil y naturalmente. En la psique irlandesa, el mundo pagano y el cristiano no tienen conflictos, sino que se reúnen en amistad. Esta bella oración de los fogones también reconoce la memoria.


Brígida de las chimeneas, abrázanos,
señora de los candiles, protégenos,
guardiana del fogón, manten viva nuestra llama,
reúnenos bajo tu manto y
devuélvenos a la memoria
Madres de nuestra madre,
archimadres fuertes,
llevadnos de la mano,
recordadnos cómo
se enciende el fogón,
para que nos dé luz,
para conservar la llama,
vuestras manos alrededor de las nuestras,
nuestras manos dentro de las vuestras,
para encender la luz,
día y noche
El manto de Brígida a nuestro alrededor,
el recuerdo de Brígida en nuestro interior,
la protección de Brígida nos libra
del daño, la ignorancia, la impiedad,
de día y de noche,
del alba al ocaso,
del ocaso al amanecer.


He aquí un bello reconocimiento del círculo de la memoria que reúne todo en bella unidad.
En un sentido positivo, cuando envejeces llega el tiempo de visitar el templo de tu memoria para integrar tu vida.
La integración es un paso vital en el regreso al yo. Lo que no se integra permanece fragmentado; a veces puede provocar un gran conflicto interior. Hay mucho para integrar dentro de cada persona. Camus dijo que después de un día en el mundo uno podría pasar el resto de su vida incomunicado en una celda y aun así le quedarían para descifrar las dimensiones de ese día. No somos conscientes de todo lo que nos sucede en el círculo de un solo día. Visitar el templo de la memoria no es un mero regreso al pasado; es despertar e integrar todo lo que nos sucede. Es parte del proceso de reflexión que da profundidad a la experiencia. Todos tenemos experiencias, pero como dijo T.S. Eliot, las vivimos sin comprender su significado. Cada corazón humano busca el significado de sus vivencias, porque en él está el refugio más seguro. La significación es la hermana de la experiencia. Descubrir el significado de algo que te ha sucedido es una de las formas esenciales de llegar a tu comunión interior y descubrir la presencia protectora de tu alma. La Biblia pone esta frase asombrosa en boca del profeta Hageo:
"Sembráis mucho y recogéis poco". En todo lo que te sucede se planta una semilla de experiencia. Es igualmente importante que coseches esa experiencia.

Autocomprensión y el arte de la cosecha interior

La vejez puede ser un tiempo maravilloso para desarrollar el arte de la cosecha interior. ¿Qué significa cosecha interior? Que empiezas a recoger los frutos de tu experiencia.
Los clasificas, seleccionas e integras. La cosecha interior es esencial en las áreas abandonadas de tu vida. Las zonas de abandono interior claman por tu atención. Exigen que coseches. Así podrán volver del exilio falso a las que las condenó la negligencia y entrar en el templo del arraigo, el alma. Esto es necesario principalmente en relación con las cosas que te han resultado difíciles en la vida, cosas a las que opusiste una gran resistencia. Tus heridas interiores claman por la curación. Puedes hacerlo de dos maneras. Una es la del análisis, que consiste en volver sobre la herida para reabrirla. Le quitas la piel protectora que la cubre. Haces que vuelva a doler y sangrar. La terapia en buena medida contrarresta el proceso de curación. Tal vez existe un medio menos perturbador para atender tus heridas. Porque el alma tiene sus propios tiempos naturales de curación. Por consiguiente, muchas de tus heridas han curado bien y no debes volver a abrirlas. Si quieres, puedes hacer una lista de tus heridas y pasar los próximos treinta años reabriéndolas hasta convertirte en un Job, con el cuerpo cubierto de llagas. Si te afanas en este ejercicio de la herido-logia, transformarás tu alma en una masa de llagas purulentas. Cada uno posee una libertad maravillosa pero precaria en relación con su vida interior. Por eso debemos tratarnos con una gran ternura.
La sabiduría de la presencia espiritual, del alma, indica que dejemos en paz ciertos aspectos de nuestra vida. Es el arte de no intromisión espiritual. Ahora bien, otros aspectos de tu vida claman por tu atención; requieren que tú, su protector, vayas a cosecharlos. Puedes descubrir cuáles son en el templo de la memoria y visitarlos con ternura y espíritu protector. Tu presencia creativa en estas, áreas puede adoptar, entre otras formas, la de la comprensión. Algunas personas son comprensivas con los demás pero excesivamente severas consigo mismas. Una de las cualidades que puedes desarrollar, especialmente a medida que envejeces, es la comprensión de ti mismo. Cuando visites las heridas en el templo de la memoria, los lugares donde cometiste errores graves y sientas fuertes remordimientos, no seas implacable contigo. Acaso algunos de esos errores te ayudarán a madurar. En ese viaje espiritual, los errores suelen contarse entre los mejores momentos. Te llevaron a un lugar que de otro modo hubieras evitado. Debes volver a tus errores y heridas con comprensión y ternura. Trata de recuperar el ritmo en que vivías en ese momento. Si visitas esta configuración de tu alma con perdón en el corazón, ella ocupará tu lugar. Cuando perdonas a tu yo, las heridas interiores empiezan a curarse. Vuelves del exilio de la herida al júbilo de la comunión interior. Este arte de la integración es de gran valor. Tu voz interior más profunda te indicará qué lugares debes visitar; confía en ella. Esto no se ha de enfocar de manera cuantitativa, sino espiritual, con ternura. Si llevas esta luz benigna a tu alma y sus heridas, obtendrás una curación interior insospechada. Las heridas se curarán si las cuidas con espíritu comprensivo.

 

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