Anam Cara El Libro de la Sabiduría Celta
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Capítulo 5 Envejecer: la belleza de la cosecha interior |
La fugacidad hace de toda vivencia un fantasma Uno de los aspectos más desoladores del tiempo es la fugacidad. El tiempo pasa y se lo lleva todo. Esto puede ser un consuelo cuando sufres. Te consuela pensar que ya pasará. Lo contrario es igualmente cierto: cuando lo estás pasando muy bien y te sientes feliz, estás con la persona amada y la vida no podría ser mejor. Esa tarde o día perfecto le dices en secreto a tu corazón: Dios mío, cuánto me gustaría que esto fuera así para siempre. Pero es imposible; todo tiene su fin. Fausto imploraba al momento que pasa: Verweile doch, du bist so schön. "Deténte un poco, eres tan bello..." La memoria es una de las realidades más bellas del alma. El cuerpo, tan atado a los sentidos visuales, con frecuencia no reconoce a la memoria como el lugar de reunión del pasado. La imagen más potente de la memoria es el árbol. Recuerdo haber visto en el Museo de Ciencias Naturales de Londres un corte transversal de un secoya gigante de California. La memoria del árbol se remontaba al siglo v Los anillos de recuerdos estaban señalados por banderitas blancas que indicaban un suceso de la época. El primero era el viaje de san Columbano a lona, en el siglo VI; después venían el Renacimiento, los siglos XVII, XVIII y así hasta el momento actual. La tradición celta poseía una maravillosa intuición sobre la forma en que el tiempo eterno está incluido en la trama del tiempo humano. Está expresada en la historia de Oisín (Ossián), miembro de los Fianna, la organización de soldados celtas. Cayó en la tentación de visitar la tierra de Tír na n-Óg, la tierra de la juventud eterna, donde vivía la buena gente, es decir, las hadas. Oisín se fue con ellos y durante muchísimo tiempo vivió feliz con su mujer Niamh Cinn Oir, conocida como Niamh la del cabello dorado. El tiempo, por ser jubiloso, transcurría con gran rapidez. La calidad de una vivencia es lo que determina el ritmo del tiempo. Cuando se sufre, cada segundo se alarga hasta parecer una semana. Cuando se está contento y se disfruta de la vida, el tiempo vuela. El tiempo de Oisín pasaba rápidamente en la tierra de Tír na n-Óg. Entonces empezó a echar de menos su antigua vida. Se preguntó cómo estarían los Fianna y que sucedería en Irlanda. Anhelaba volver a su patria, la tierra de Eire. Las hadas lo disuadían porque sabían que, como antiguo habitante del tiempo mortal y lineal, corría el peligro de perderse. No obstante, decidió regresar. Le dieron un hermoso caballo blanco y le dijeron que no desmontara, porque se perdería. Montado en el gran caballo blanco, volvió a Irlanda. Allí lo aguardaba una gran soledad, porque su ausencia había durado cientos de años. Los Fianna habían desaparecido. Para consolarse, visitó los antiguos terrenos de caza y los lugares donde habían banqueteado, cantado, contado viejas historias y realizado grandes hazañas. En el ínterin, el cristianismo había llegado a Irlanda. Cuando cabalgaba en su caballo blanco, Oisín vio a unos hombres que trataban vanamente de alzar una gran piedra para el muro de una iglesia. Él, que era soldado, poseía una fuerza descomunal y quería ayudarles, pero sabía que si desmontaba sería su perdición. Los miró de lejos y luego se acercó. No pudo contenerse. Quitó un pie del estribo y lo puso bajo la piedra para alzarla, pero en ese momento la cincha se rompió y Oisín cayó al suelo. En el momento de tocar la tierra de Irlanda se volvió un anciano débil y cubierto de arrugas. Esta hermosa historia muestra la coexistencia de dos niveles de tiempo. Quien cruzaba el umbral observado por las hadas, terminaba atrapado en el tiempo mortal y lineal. El punto de destino del tiempo humano es la muerte. El tiempo eterno es presencia ininterrumpida. |
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