Anam Cara                    El Libro de la Sabiduría Celta

Principal / Indice

Anterior

Siguiente


Capítulo 6
La muerte: el horizonte está en el pozo 

El alma que besó el cuerpo

La consumación de la muerte tarda su tiempo. En algunos es muy rápida, pero la forma en que el alma abandona el cuerpo es distinta en cada individuo. En algunos el proceso puede tardar varios días. Una hermosa historia celta de la región de Munster habla de un hombre que murió. El alma salió del cuerpo y me a la puerta de la casa para iniciar su regreso al lugar eterno. Pero se volvió para mirar una vez más el cuerpo exánime. Lo besó y le habló. El alma dio gracias al cuerpo por la hospitalidad que le había dado en vida y recordó las muchas atenciones que había tenido con ella.
Según la tradición celta, los muertos no se alejan. En Irlanda hay lugares, campos y ruinas donde se ha visto fantasmas de distintas personas. Esta memoria popular reconoce que una persona permanece apegada al lugar donde vivió aun después de pasar a la forma invisible. Una leyenda habla del coiste bodhar, el coche indiferente. Mi tía, que en su juventud vivió en una aldea en la falda de una montaña, oyó una noche el coche de caballos. La aldea era pequeña y todas las casas estaban apiñadas. Una noche, estando sola en su casa, oyó un estruendo como de barriles que rodaban. El coche fantasmal pasó por delante de su casa y siguió por un sendero de la montaña. Todos los perros de la aldea oyeron el estrépito y lo siguieron. Esta anécdota sugiere que el mundo invisible tiene caminos secretos por donde van los cortejos fúnebres.

La Bean Sí

Otra leyenda interesante de la tradición irlandesa es la Bean Sí. Sí significa "genio del bosque" y Bean Sí "genio de sexo femenino", es decir, hada. Se trata de un espíritu que llora cuando alguien está a punto de morir. Una noche mi padre oyó su llanto. Dos días después murió un vecino, miembro de una familia por la que siempre lloraba la Bean Sí. La tradición celta irlandesa reconoce que el mundo eterno y el temporal están entrelazados. En el momento de la muerte, los habitantes del mundo eterno suelen pasar al mundo visible. La agonía de una persona puede prolongarse durante días u horas, pero en el momento anterior a la muerte suele aparecérsele su madre, su abuela, su abuelo, algún pariente, el cónyuge o una amistad. Cuando la persona está al borde de la muerte, el velo entre los dos mundos es muy tenue. A veces incluso se desvanece y entonces puedes vislumbrar el mundo eterno. Los amigos que ya viven en él van a tu encuentro para llevarte a casa. Los moribundos suelen recibir gran fortaleza y aliento al ver a sus amigos. Esta percepción elevada revela la gran energía que rodea el momento de la muerte. La tradición irlandesa acoge las potencialidades del momento. Cuando muere una persona, se rocía con agua bendita y se traza un círculo a su alrededor para mantener alejadas las fuerzas tenebrosas y asegurar la presencia de la luz en el viaje final del muerto.
A veces las personas se angustian por la idea de la muerte. No hay nada que temer. Cuando llegue el momento, recibirás todo lo que necesitas para hacer ese viaje de manera digna, elegante y confiada.

Una muerte bella

Una vez presencié la muerte de una amiga. Era una joven encantadora, madre de dos niños. El sacerdote que la asistía también era un amigo. Conocía su alma y su espíritu. Al adquirir conciencia de que moriría esa noche, la mujer se asustó. Él le cogió la mano y rezó desesperadamente en su corazón para recibir las palabras que le permitieran construir un puente para el viaje. Como conocedor profundo de su vida, empezó a exponer sus recuerdos. Habló de su bondad y belleza. Era una mujer que nunca había hecho mal a nadie. Ayudaba a todos. El sacerdote recordó los momentos más importantes de su vida. Le dijo que no debía tener miedo. Se iba a casa, donde la esperaban para recibirla. Dios, que la había llamado, la abrazaría, la recibiría con ternura y amor. Podía estar plenamente segura de ello. Poco a poco la inundó una gran serenidad y placidez. Su pánico se transfiguró en un sosiego como pocas veces he visto en este mundo. La angustia y el miedo desaparecieron por completo. Estaba en consonancia con su ritmo, totalmente serena. Al sacerdote le dijo que debía realizar el acto más difícil de su vida: despedirse de su familia. Era un momento de gran desolación.
Salió del cuarto y reunió a los familiares. Les dijo que cada uno podía entrar y quedarse unos cinco o diez minutos. Debían hablar con ella, decirle cuánto la amaban y valoraban. Nadie debía llorar ni angustiarla. Ya llegaría el momento de llorar, por ahora debían concentrarse en facilitar su tránsito. Entraron, le hablaron, la consolaron y la bendijeron. Y todos salieron del cuarto con el ánimo destrozado, pero después de haberle dado reconocimiento y amor, los mejores regalos para su viaje. Ella misma se hallaba maravillosamente bien. El sacerdote la ungió con los óleos sagrados y todos rezamos. Sonriente, serena, inició con toda felicidad ese viaje que debía hacer sola. Fue un gran privilegio para mí estar presente. Por primera vez se transfiguró mi propio miedo a morir. Descubrí que si uno vive en este mundo con bondad, si no aumenta las cargas ajenas, sino que trata de servir con amor, cuando llegue el momento del viaje recibirá una paz, una serenidad y una liberación que le permitirán partir hacia el otro mundo con elegancia, gracia y resignación.
Es un privilegio increíble acompañar a quien viaja al mundo eterno. Cuando estás presente en el sacramento de la muerte, debes ser muy consciente de la situación. Dicho de otra manera, no debes concentrarte en tu propia pena. Antes bien debes esforzarte por estar presente con y para la persona que está a punto de partir. Se debe hacer todo lo posible para facilitarle la transición, a fin de que esté cómoda y serena.
Amo la tradición irlandesa del velatorio. El ritual le da al alma el tiempo que necesita para despedirse. El alma no abandona el cuerpo bruscamente; la despedida es lenta. Observarás cómo cambia el cuerpo en los primeros estadios de la muerte. Durante un tiempo la persona no abandona realmente la vida. Es importante no dejarla sola. Las casas de velatorios son lugares fríos y asépticos. Si es posible, conviene que el muerto quede en un lugar conocido para que realice su transición de manera cómoda, serena y confiada. Las primeras semanas después de la muerte, hay que atender y proteger el alma y la memoria de la persona. Hay que rezar mucho para ayudarle en el viaje a casa. La muerte es un tránsito a lo desconocido para el que hace falta mucha protección.
La vida moderna margina la muerte. Los funerales y entierros suelen ser espectaculares, pero eso es externo y superficial. La sociedad de consumo ha perdido el sentido de la ceremonia y la sabiduría necesarias para el rito de la transición. Durante el viaje de la muerte, la persona necesita cuidados profundos.

Los muertos son nuestros vecinos más próximos

Los muertos no están lejos; por el contrario, están muy, muy cerca. Cada uno de nosotros deberá enfrentar algún día su cita con la muerte. Me complace pensar en ella como un encuentro con lo más profundo de la propia naturaleza, lo más oculto del yo. Es un viaje hacia nuevos horizontes. De niño, cuando miraba una montaña, soñaba con el día en que tendría edad suficiente para llegar a la cima con mi tío. Pensaba que desde el horizonte podría ver el mundo entero. Cuando llegó el gran día, yo estaba muy excitado. Mi tío cruzaría la montaña con su majada y me dijo que podía acompañarlo. Cuando llegamos a donde yo pensaba que hallaría el horizonte, éste había desaparecido. No sólo no veía todo, sino que había otro horizonte más adelante. Aunque estaba decepcionado, sentía una emoción desconocida. Cada nuevo nivel revelaba un mundo hasta entonces desconocido. El extraordinario filósofo alemán Hans Georg Gadamer dice en una bella frase: "Un horizonte es algo hacia lo cual viajamos, pero también es algo que viaja con nosotros". Esta metáfora esclarecedora te permite comprender los horizontes de tu propio desarrollo. Si quieres estar a la altura de tu destino y ser digno de las potencialidades ocultas en la arcilla de tu corazón, debes buscar constantemente nuevos horizontes. Más allá te espera el pozo más profundo de tu identidad. En ese pozo contemplarás la belleza y la luz de tu rostro eterno.

 

Principal / Indice

Anterior

Siguiente

© 2004 C.E.C
Centro de Estudios Celtas
Barcelona - España

info@cec.es
Este material puede ser reproducido sin autorización escrita
de los editores sólo con fines educativos.